Montañas, cuevas y tacones •Capítulo 4•

Durante toda la jornada siguiente, Iván se sentía ebrio con solo respirar, le bastaba recordar la noche anterior para que su cuerpo se encendiera y el calor le subiera a las mejillas. Y, aun así, se pasó el día entero evitando a Ramiro. Había conseguido escabullirse de su habitación de madrugada, antes de que el joven fotógrafo se despertara, antes de que ninguno de ellos saliera de las habitaciones. Para cuando Ramiro salió de su cuarto, Iván ya estaba en la terraza, vestido y tomando una segunda taza de café. Parecía algo molesto cuando se vieron, seguramente por no haberlo encontrado a su lado al despertar, aunque no tardó en cambiar el gesto a su habitual semblante sarcástico, y lo saludó con un «buenos días» que casi sonaba amable. Bastaba que lo mirara o le hablara para que Iván se ruborizara y se quedara sin palabras. Bajaron la montaña, volvieron al pueblo y aún pasaron parte de la tarde por la casona, y en todo ese tiempo no se hablaron. Deseaba volver a pasar la noche con él, volver a sentir su cuerpo, sus labios, quería más, lo quería todo y, sin embargo, no encontraba la forma de hacérselo saber.

Tal vez por esa razón a Ramiro le pilló desprevenido su llegada aquella noche.

Estaba a punto de meterse en la cama, vestido únicamente con sus boxers ajustados, cuando Iván llamó al cristal de la ventana de su dormitorio en la segunda planta de la casona. Ramiro abrió las compuertas acristaladas para encontrarse al chico colgado de la fachada por la que acababa de trepar.

—Pero ¿qué haces? ¿Te has vuelto loco? —dijo al tiempo que comprobaba la altura a la que se encontraba Iván agarrado apenas a unas ramas de enredadera, con una sonrisa enorme, como si hacer aquello fuese sencillo—. ¿Sabes?, puedes entrar por la puerta, a nadie le va a importar —siguió diciendo con sarcasmo mientras Iván saltaba dentro del dormitorio.

—Ya… Perdona, sé que es una tontería, pero… me da un poco de vergüenza…

Ramiro sonrió, se acercó a él y le apartó un mechón de pelo de la frente.

—Está bien, ve a tu ritmo.

Y entonces al fin pudo besarlo, como llevaba deseando besarlo durante el día entero. Iván lo rodeó con los brazos y comenzó a acariciar aquel cuerpo que estaba casi desnudo; se interrumpió solo un instante para quitarse su ropa rápidamente, camiseta y vaqueros salieron despedidos con agilidad, antes de que se abalanzara sobre él una vez más para besarlo sediento. Sus dos cuerpos entrelazados cruzaron la habitación con cierta torpeza, hasta dejarse caer sobre la cama, sin dejar de besarse, sin soltarse. Iván, que era un poco más alto, encima de él, se puso a cuatro patas ahora para empezar a lamerle el cuerpo entero, desenfrenado, ansioso por disfrutar de lo que llevaba imaginando el día entero. Fue bajando por su torso, devorándolo ávido, hasta alcanzar sus boxers desde los que asomaba ya el glande de su polla dura y expectante, que Iván rodeó voraz con su boca, recorriéndola desde abajo hacia la punta con la lengua.

—¡Joder, la hostia! —exclamó su presa. La timidez de la noche anterior había desaparecido por completo, era otro Iván el que lo buscaba y lo deseaba con hambre; fue él también quien acabó por desnudarlo para meterse su polla entera en la boca y comenzar a succionar, chupar, lamer sin descanso—. ¡Dios…, qué te han dado hoy…, joder! —seguía gimiendo el fotógrafo, sorprendido a la vez que agradecido con el cambio.

Antes de que se corriera, Iván lo soltó y volvió a recorrer su cuerpo con la lengua hasta alcanzar una vez más sus labios y besarlo, explorando su boca profundamente con la lengua.

—¿Puedo hacértelo…? —le susurró al oído con un gesto travieso, y a Ramiro le hizo gracia su timidez.

—Hacerme ¿qué?

—Ya sabes…

—¿Quieres follarme…? Vaya con el novato, ¿nos estamos poniendo exigentes? —Y antes de que a Iván le volvieran a subir los colores por su osadía, el gesto de Ramiro se llenó de malicia y le aseguró—: Claro que puedes follarme, méteme esa hermosa polla hasta el fondo y fóllame.

A Iván le costó unos segundos volver a respirar, lo ponía a mil que le hablara de esa forma tan directa y descarada. Volvieron a besarse, Iván se quitó también la ropa interior y se tumbó encima de él, sentir su cuerpo desnudo con cada poro de su piel era una sensación increíble. Volvió a recorrer su cuerpo con las manos, acariciando sus músculos tensos.

—Cuidado con esas manos, escalador —se quejó Ramiro.

—Vaya, lo siento.

Ramiro aprovechó su distracción para girarse en la cama y quedar boca abajo. Desde ahí se estiró hacia su maleta, que yacía abierta y desordenada en el suelo.

—Espera —lo urgió mientras rebuscaba entre sus cosas hasta dar con un bote negro de lubricante—, haz el favor de restregártelo bien en las manos —bromeó.

Iván obedeció y se untó una buena cantidad intentando suavizar el contacto con sus manos callosas y heridas. Ramiro seguía tumbado a su lado boca abajo, observando; Iván se había colocado de rodillas a su lado, su pene completamente erguido entre sus muslos. Desde allí la visión del culo perfecto y firme de Ramiro era todo un espectáculo, se acercó y besó el arco de su espalda, acariciando a su vez sus glúteos, siguió descendiendo con la punta de la lengua y le mordió el culo. Ramiro gimió en protesta.

—¿Sabes lo que haces? —preguntó divertido con la locura desenfrenada que había invadido al chico tímido.

Como respuesta, Iván dejó caer un poco de lubricante sobre su culo y empezó a acariciar su raja, introdujo la mano entre sus glúteos buscando su orificio y comenzó un masaje suave mientras volvía a tumbarse a su lado. Lo besó otra vez sin dejar de mover su mano, introduciendo su dedo cada vez más profundo, moviéndolo en círculos suavemente. Ramiro gimió de placer y levantó ligeramente la cadera para abrirse más para él. Había tomado la iniciativa y Ramiro lo dejaba hacer; sus jadeos motivaron a Iván, cada vez más seguro de lo que quería hacer. A un dedo siguieron dos, y tres, Ramiro se elevó un poco más y eso le permitió cogerle la polla y empezar a acariciarla con la otra mano mientras besaba ahora su espalda.

—Sí, sigue, joder, sigue… —gimió el fotógrafo extasiado entre jadeos—. Joder, métemela ya… Iván… —Le encantaba escucharlo decir su nombre en lugar de «novato», «chaval», «Capitán América» y todos esos otros motes con los que solía ridiculizarlo.

—¿Quieres que me ponga un condón?

—¡Joder, cállate y fóllame… ya! —ordenó, e Iván obedeció.

Le costó un poco introducir la punta en el estrecho orificio, pero una vez dentro empezó a penetrarlo con más profundidad en cada embestida, y a los gemidos de Ramiro se unieron los suyos, completamente entregado a la sensación embriagadora de poseerlo de una forma tan absoluta. Se obligó a ralentizar el ritmo, no quería correrse antes que él, intentó buscar ese punto de placer que había leído en las novelas que producía el contacto con la próstata, y creyó haberlo encontrado cuando Ramiro gimió con fuerza.

—Sí, joder, así, no pares… —Iván siguió mientras ahora Ramiro se hacía una paja a sí mismo—. Joder, voy a correrme… —le anunció entre jadeos a un Iván que hacía rato que se había quedado mudo.

Agilizó el ritmo de las embestidas, y justo cuando notó que Ramiro empezaba a correrse se dejó llevar al fin por las oleadas de placer de un orgasmo que le recorrió el cuerpo entero prolongándose en espasmos de placer mientras su semen se desperdigaba en su interior. Con la respiración agitada aún por la poderosa sensación del orgasmo, Iván se dejó caer a su lado, y Ramiro lo miró con gesto asombrado.

—Cabrón mentiroso, tú has hecho esto antes…

—Ojalá lo hubiera hecho antes… —le aseguró sonriendo y aún jadeante—. No, qué va, pero he leído muchos libros… muuuuchos libros…

Ramiro no pudo evitar reírse.

—Apuesto a que eras un buen estudiante.

—De diez.

Siguieron disfrutando el uno del otro un rato, besándose, acariciándose, Iván al fin atreviéndose a mirarlo con descaro, a estudiar su cuerpo, acariciar su pene o jugar con el vello que formaba una fina línea desde su ombligo, y Ramiro contemplaba como lo observaba. De vez en cuando sus ojos se quedaban fijos el uno en el otro, en silencio, dejando que sus miradas se hablaran por ellos.

—¿Te quedas? —preguntó él después de un rato.

—No puedo. Tengo que volver a casa. Mañana subo al monte con un grupo de excursionistas y pasaré la noche arriba… —Y suspiró decepcionado con la idea—. Te voy a echar de menos.

—Seguiré aquí cuando vuelvas.

Y volvieron a fundirse en un beso.

 

Cerca de la una de la madrugada Iván entraba en su casa. Se encontró con su hermana en camisón, zapatillas y cara de sueño en la cocina limpiando un biberón. Ella lo recibió con un irritado «no se te ocurra hacer ruido, acaba de dormirse».

Iván entró sigiloso para servirse un vaso de leche fría, apenas se prestaron atención, de repente su hermana se lo quedó mirando fijamente con los ojos entrecerrados, observándolo detenidamente, y se fue acercando hasta quedar a pocos centímetros de su cara, como si intentara descifrar un misterio.

—Tú has follado —aseguró seria sin dejar de escrutarlo con la mirada.

—¿Qué? ¡No!

—No lo niegues, tú has follado, lo sé. —E Iván ya no supo cómo seguir disimulando, y se quedó pasmado con la boca abierta preguntándose cómo podía haberlo adivinado, y entonces Adela empezó a fingir espasmos de emoción—. Y no pensabas decirme nada, cabrito. Espera, enseguida vuelvo. ¡Esto hay que celebrarlo!

Su hermana no tardó en volver, con el walkie-talkie que le permitía escuchar a la niña en la otra habitación y una botella de cava semivacía que había cogido de la nevera del bar del hostal. Cerró la puerta de la cocina y obligó a su hermano a sentarse con ella antes de que pudiera escabullirse.

—Bueno, y ¿quién es? —preguntó mientras servía cava en un par de vasos—. Porque seguro que no ha sido Ana.

—No te cae bien Ana, ¿verdad? —dijo en un intento de cambiar la conversación.

—No tengo nada en contra de ella, pero no es para ti.

—Pues eres la única que lo piensa, el resto solo hace campaña para que nos casemos.

—Es maja, aunque un poco sosa, y está clarísimo que no estás enamorado de ella. Bueno, ¿y…? Suéltalo, tío… —volvió a insistir ella, dándole patadas por debajo de la mesa.

—No es nada serio…

—Esos son los mejores polvos. ¿Alguna clienta…? —indagó ella divertida, e Iván se delató con una sonrisa cómplice—. Aah…, lo sabía, si es que se les va a todas los ojos contigo.

Adela le siguió tomando el pelo un rato más y brindaron por su estreno, pero enseguida se puso en marcha, pues era de esas personas que comienzan a hacer una nueva tarea sin haber acabado la anterior. Ni siquiera le dio tiempo a Iván a terminar el contenido de su vaso, aunque de todas formas él no tenía costumbre de beber alcohol.

—Me voy a la cama, más vale que duerma algo —anunció su hermana, luego le dio un casto beso en la mejilla—. Me alegro… —empezó a decir, y fue terminando la frase mientras se alejaba rumbo a su habitación—, empezaba a pensar que eras gay.

Y a Iván se le cortó la sonrisa de cuajo. Se quedó un rato más a solas en la cocina, con una punzada de pánico en la boca del estómago, y ahora sí, se acabó el resto del licor espumoso de un solo trago antes de irse a dormir.

5 replies on “Montañas, cuevas y tacones •Capítulo 4•

  • Emilio

    Me acaba de llegar el libro y…¡menuda sorpresa me he llevado al saber que tendrá continuación!,
    entre esto y que “El don encadenado” ya tiene continuación ( La savia de los dioses) estoy teniendo un fin de año de lo más agradable.
    Gracias y que tengáis una feliz entrada al Año Nuevo.

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    • Ediciones el Antro

      Hola, Emilio. ¡Sí! Aunque «Montañas, cuevas y tacones» tenga una historia autoconclusiva, después del epílogo te vuelve a dejar con la miel en los labios, ¿verdad? La continuación también promete ser calentita calentita, pero de momento esperamos que disfrutes de esta primera parte. ;)
      Con respecto a «El Don encadenado», efectivamente, lo vas a flipar con «La savia de los dioses», ya lo verás. Nosotros hemos tenido el honor de leerla ya (gracias a Cori, que es un amor) y hay cierto par de elfos que van a dar mucha guerra…

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  • Emilio

    Corto el capítulo pero muy intenso.Iván parece que aplica bien sus conocimientos teóricos,já,já,já.Yo pensaba que comenzaría como pasivo.

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