En el piso superior de la Sala Inferno, tras una cristalera tintada que bloqueaba las miradas curiosas hacia el interior pero permitía ver desde dentro lo que ocurría en la pista de baile, se ubicaba el reservado que Viktor Udinov solía utilizar para dirigir sus negocios sucios. En ese preciso momento, los ojos del mafioso recorrían el cuerpo semidesnudo de Álex con suma atención, deleitándose con cada detalle, planeando todas las formas en las que iba a someterlo para gozar de él y, por supuesto, calculando los beneficios que aquel niñato le acarrearía. Lo cierto era que para el ruso no había nada más importante en el mundo que el dinero. Él no veía personas cuando miraba a los demás, sino máquinas de generar riqueza, y su obligación era explotarlas para que diesen el mayor rendimiento posible. Con Álex no sería diferente.
Viktor era uno de los poderosos vory v zakone[1] del clan Tambovskaya, una de las organizaciones criminales más poderosas de Rusia, que se habían establecido en España. A pesar de sus continuas transgresiones al código del hampa ruso, en el que, entre a otros, se les vetaba el acceso al poder a los homosexuales, Viktor había conseguido ascender en la jerarquía criminal a base de influencias y grandes sumas de dinero.
Desde sus primeros orígenes en la Rusia Imperial hasta la actualidad, la mafia rusa había cambiado mucho. Lo que comenzó con las «comunidades de ladrones» que se oponían a Lenin, las cuales seguían un férreo código de conducta, usaban tatuajes y tenían una jerga común, se transformó en violentas facciones dentro de las brutales cárceles y campos de trabajo rusos, en pleno apogeo del estalinismo. Durante la Segunda Guerra Mundial, Stalin prometió el indulto a todos los presos que luchasen en el frente. Ante la tentación de la libertad, muchos ladrones accedieron a pesar de que su código les prohibía tomar las armas en nombre del Estado. Sin embargo, el dictador no cumplió su palabra y, al final de la contienda, volvieron a prisión. Comenzaba así una larga, violenta y mortífera lucha interna entre los que siguieron las normas y quienes las violaron.
Cuando el enfrentamiento finalizó, ya solamente quedaban vivos los criminales más fuertes, temibles y despiadados, que fueron el germen de los actuales vory v zakone al liderar las primeras formaciones de tipo mafioso. Durante la URSS, el fenómeno se consolidó. Pero fue tras la caída del Bloque Comunista cuando alcanzaron su máximo poder, al enraizarse con la propia administración del gobierno ruso. Y los vory v zakone se transformaron en hombres de negocios y políticos, lo que se conoce vulgarmente como los «vory de cuello blanco», extendiendo así su influencia a otros países.
—Debo felicitarte, Yarik. Cada día que pasa, tienes mejor gusto eligiendo empleados —afirmó Viktor con una sonrisa cínica en los labios—. Creo que voy a divertirme mucho con este.
—Supuse que te gustaría —murmuró sin emoción.
—¿Qué te pasa? Desde que has llegado, tu humor no ha hecho otra cosa más que empeorar. Empieza a ser molesto.
—Tenemos que hablar de Evan. ¿Por qué no me dijiste que lo habías traído a España?
—Al principio no sabía que era tu hermano. Él se presentó ante mis socios de San Petersburgo para que lo pusieran en contacto conmigo y así poder ofrecerme sus servicios. No me explicó quién era hasta que llegó aquí y preguntó por ti. La verdad es que me sorprendió bastante. ¿Por qué no me dijiste que tenías un hermano pequeño tan atractivo?
—¡Ni se te ocurra! Él se encuentra fuera de los límites, ¿entiendes? —exclamó con más vehemencia de la que hubiera deseado mostrar.
—¿Me estás amenazando? —repuso, irónico.
—Sabes que te he sido leal durante todos estos años, pero si tratas de ponerle una sola mano encima a mi hermano, te mataré. No es un farol.
—No tengo ninguna duda al respecto. No obstante, creo que tú también deberías estar al tanto de que fue el propio Evan quien vino a mí por voluntad propia y sabiendo a lo que se exponía. No como ese ingenuo estudiante al que has retenido con engaños —argumentó, señalando a Álex—. Pero los dos sabemos que yo no soy más que una mala excusa para que él pueda estar cerca de ti, ¿verdad?
—¡Mierda! —maldijo, frustrado, y su jefe lanzó una sonora carcajada al aire.
—Dime, Yarik, ¿quién crees que es más peligroso para Evan? ¿Tú o yo?
El otro no respondió, no podría hacerlo aunque quisiera debido a que él llevaba horas preguntándose lo mismo. Yarik era incapaz de olvidar, ni por un mísero segundo, todo el daño que le había infligido a su hermano en el pasado. Este hecho constituía una de las pocas cosas que le producían remordimientos. Le aterraba la idea de no poder controlarse si tenía a Evan cerca porque sabía que era un hombre débil y egoísta, capaz de herir a cualquiera con tal de lograr sus objetivos o procurarse placer. Sin embargo, sus pocos escrúpulos no impedían que quisiese proteger a su hermano a toda costa, y pensaba que él era la primera persona de la que tenía que salvaguardar a Evan. Con semejante dilema moral, no era de extrañar que estuviese tan tenso.
—Esa no es la cuestión ahora. Quiero saber qué clase de planes tienes para mi hermano —contraatacó Yarik.
—Todavía no lo he pensado.
Yarik estaba a punto de abrir la boca para protestar cuando Misha, uno de los lacayos de Viktor, irrumpió en el reservado y susurró algo en el oído de su jefe, excluyendo a Yarik de forma totalmente intencional. De ese modo, le recordaba al gerente de la Sala Inferno que no reconocía la autoridad que el vor le había concedido al nombrarlo su mano derecha porque no lo consideraba merecedor de dicho privilegio.
Misha llevaba mucho más tiempo en la organización que Yarik y pensaba que el puesto le correspondía a él. Pero, por algún motivo que se le escapaba, aquel niñato inútil se lo había usurpado, ganándose así su enemistad para siempre. Yarik, por su parte, respondía al evidente resentimiento de su compatriota con una sincera e infinita indiferencia, que divertía tanto a Viktor como irritaba a Misha.
—El empresario nos espera en el almacén. Vamos, Yarik, estoy deseando oír todo lo que tiene que decirnos ese pedazo de mierda —le comunicó el vor a su pupilo al tiempo que se disponía a abandonar el reservado en compañía de este—. Y tú, Misha, cierra la puerta cuando salgas.
Viktor era un auténtico experto haciendo que una petición tan simple y aparentemente inofensiva sonase a dura reprimenda en su boca. Tratándose de uno de sus empleados más antiguos, a Misha no le supuso ningún esfuerzo comprender todo lo que implicaba aquella sutil amenaza: sabía que lo estaba advirtiendo de que, si insistía en desafiar a Yarik, acabaría degradado a los trabajos más bajos, o incluso algo peor. Por esa razón agachó la cabeza y asintió, esforzándose por disimular la desbordante furia que le hervía por dentro.
[1] Los vory v zakone, o «ladrones en la ley», son los jefes de una organización criminal perteneciente a la mafia rusa, o Bratvá, la cual abarca principalmente a los siguientes países: Rusia, Georgia, Ucrania y Bielorrusia.