Aquí podrás leer de forma gratuita los primeros capítulos de El Don encadenado, de Corintia; una novela de fantasía ambientada en un mundo de elfos y humanos (en el que la autora nada como pez en el agua, ya lo verás) con personajes que se ven atados por las cadenas de las cosas que no pueden cambiar. Ahora bien, te advertimos dos cosas:
- Esta novela es para mayores de edad por su alto contenido sexual.
- Es una historia adictiva que no podrás dejar de leer.
Aclarado esto, ¡bienvenid@ a este antro!
En Argailias, las ventanas y vidrieras recortadas sobre las formas de los edificios aún eran ranuras negras y silenciosas, pero el brillo de las velas trazaba líneas en los postigos cerrados de una de ellas. Orientada hacia un jardín trasero, no era visible desde la calle ni revelaba el drama que se desarrollaba en el interior.
Una elfa se sentaba, jadeante, sobre las sábanas revueltas del lecho. Mechones de cabello rojo cubrían el rostro bello y sudoroso. A pesar de su juventud y del dolor que estaba sufriendo, se contenía para no gritar, sus puños crispados sobre los bordes del colchón. El único testigo de sus padecimientos, una elfa de más edad, se inclinaba entre sus piernas abiertas para recoger al bebé que acababa de dar a luz.
—Es un varón, mi vaiam —anunció la comadrona con una sonrisa, usando la fórmula de cortesía reservada a la nobleza. Tras cubrir el cuerpo de la criatura para tendérselo a su madre, esta negó con la cabeza y desvió la mirada—. A vuestra conveniencia, no es menester que os fatiguéis más por ahora. Aprovecharé para hacerle la prueba.
Dicho esto, tomó una hoja afilada y la deslizó con suavidad a lo largo del talón del bebé, que rompió a llorar. La joven no pudo evitar sentir curiosidad y fijó la vista en el pequeño pie, en cuya piel el arma había dibujado una línea de sangre. La herida se cerró al instante, dejando atrás apenas algunas gotas.
La comadrona, regocijada, pronunció palabras de felicitación que fueron acalladas por la parturienta. Si el bebé no hubiese manifestado el Don, razonaba esta, desembarazarse de él habría resultado mucho más sencillo. Al ser hija de la noble Casa Llia’res, un nacimiento natural habría pulverizado todas sus expectativas de celebrar un matrimonio de su altura; era inconcebible quedarse con el pequeño bastardo cuando ocultar el embarazo ya había supuesto una tarea casi imposible. Ahora bien, un niño dotado era muy valioso, un regalo que nadie en sus cabales consideraría rechazar. Con un largo suspiro, contempló por fin a su hijo: piel pálida, una cabecita coronada por vivísimas hebras rojas… Incluso sus iris eran ya del mismo color. Buscaría un sirviente adecuado que lo criase. Tenía la certeza de que, en el futuro, el pequeño le sería de utilidad.
—¿Cómo va a llamarse, mi vaiam?
La joven dudó. Muy a su pesar, el cabello rojo brillante se asemejaba demasiado al suyo propio. ¿Levantaría tantas sospechas como se temía? ¿Contendría su lengua esa elfa chismosa? Claro que no. Tendría que ocuparse de ella también, y de una manera que previniese cualquier desliz futuro. Ah, soy incapaz de decidir algo ahora —reconoció para sí—. He de recomponerme antes de que alguien me eche en falta. Si tan siquiera el dolor me permitiese pensar…
—Déjalo ahí y ven a ayudarme. —Ahogó un gemido al intentar incorporarse—. ¿Es normal que duela tanto? ¿Y que haya tanta sangre?