—No puedo quedarme —fue lo que le dijo a un Ángel sorprendido a la mañana siguiente, cuando se acercó a su piso a recoger sus cosas para marcharse definitivamente. Tenía claro que no podía seguir con esto.
—Pero ¿por qué? ¿Qué es lo que he hecho mal? —suplicaba Ángel—. Dijiste que harías lo que yo quisiera, y lo que yo quiero es hacerte feliz, ¿no puedo hacer eso?
—Escucha, Ángel, no deberías hacer eso, ¿vale? Te lo voy a decir porque eres un buen tío, pero eres gilipollas. No deberías entregarte tanto, por eso la gente se aprovecha de ti.
—Ya hablas igual que mi padre.
—Pues voy a darle la razón en eso. Ese tío, tu ex, te tomó el pelo porque tú lo dejaste. Tienes que ser más listo…
—… Y un poco más egoísta, un poco más capullo. Lo sé. Pero no quiero ser así. ¿Tan malo es querer a alguien? —Lander no contestó—. No quiero tener que pensar en estrategias, no quiero pasarme la vida equilibrando la balanza, jugando al ratón y al gato permanentemente. Solo quiero poder querer a alguien sin miedo, y que me quieran de la misma forma, ¿es mucho pedir?
Lander no insistió, había algo puro y honesto en ese deseo tan sencillo, y tan ingenuo a la vez.
—Van a hacerte mucho daño.
—Ya lo sé.
—Espero que encuentres a alguien que te merezca.
—Pero no eres tú.
—Ya sabes que no.
—No quiero que te vayas.
Lander no contestó, dejó escapar un suspiro largo y luego se dirigió al dormitorio para recoger sus cosas dejando a un Ángel cabizbajo en el salón. Era hora de marcharse.
Justo en ese momento tocaron el timbre de la puerta de abajo. Ángel se acercó al interfono, y unos segundos más tarde asomaba al cuarto de Lander para informarlo.
—Es la policía. Están subiendo.
El gesto de Lander se descompuso por completo al escuchar esa información.
—¡Mierda! —exclamó, y de golpe parecía un ratón enjaulado, mirando inquieto de un lado a otro como si intentara resolver el laberinto del laboratorio—. ¡Hostia, joder! Escucha. —Cogió a Ángel de los brazos y lo miró fijamente a los ojos—. No puedes decirles que estoy aquí, no puedes decirles que he estado aquí para nada.
—No te inquietes, debe ser por lo del coche, el capullo de Gustavo debe haber puesto una denuncia, les diré que fue cosa mía, no pueden hacerte nada…
—Puede ser, pero… ¡Joder! Escucha, no hay tiempo, luego te lo explico todo, ahora necesito que me cubras, por favor, seguramente saben que me conoces, invéntate algo, pero diles que no sabes dónde estoy o cómo localizarme, ¿puedes hacer eso?
—Sí, claro, pero…
—Tú hazlo, ¿vale?, luego te explico todo, te lo juro. —Y mientras decía eso empezó a salir con su bolsa verde por la ventana que daba a la diminuta terraza del salón.
—Pero ¿qué vas a hacer?
—Tú haz lo que te he dicho. —Y rápidamente Lander escaló por la reja de la terraza, se enganchó a los barrotes del piso de arriba y se impulsó con los brazos hacia el siguiente balcón.
Ángel asomó detrás de él.
—¿Qué haces? Te vas a matar.
—Ve a abrir la puerta, gilipollas —le susurró Lander, justo antes de escalar de la misma forma a la siguiente terraza.
Ángel no entendía qué estaba pasando, pero el timbre de su puerta ya estaba sonando con insistencia, y no le quedó más remedio que abrir.
—¿Es usted Ángel Jiménez de la Rúa? ¿Tuvo usted un altercado el pasado jueves con un Opel Corsa?
—Con mi Opel Corsa, agente. Sí, ese soy yo y ese es mi coche.
—¿Conoce a Lander Urzúa?
Ese no era el apellido de Lander, así que Ángel pensó que había una confusión que tal vez podía aprovechar.
—No, no conozco a nadie con ese nombre.
—¿No estuvo usted en el Ice Club la noche del veintisiete con Lander Urzúa? —Mientras hablaba con uno de los agentes, otro bloqueaba la puerta de la calle, y otros dos inspeccionaban la casa de Ángel entrando en todas las habitaciones.
—Estuve con un Lander, pero no ese, Lander Gómez.
—¿Es este? —Y el policía sacó una foto de Lander tal vez de un par de años atrás, con el pelo casi rapado, al estilo militar, y durante una fracción de segundo se distrajo pensando que estaba muy guapo así.
—Sí, pero él no tuvo nada que ver con lo de mi coche, fui yo el que se lo llevó, porque es mi coche, bueno, era únicamente para cambiar el titular del coche, ya le he mandado los papeles a su actual dueño, pueden comprobarlo, tengo el contrato de venta…
—No estamos aquí por el coche, señor Jiménez, estamos aquí por Lander Urzúa. ¿Ha estado en contacto con él?
Esto era lo que Lander le había intentado explicar. No les interesaba el coche, lo buscaban a él y Lander lo sabía. Aunque Ángel ignoraba el motivo por completo, no dudó en mentir, con una fe ciega en una futura explicación.
—Lo he visto un par de veces.
—¿Sabe dónde podríamos localizarlo? —Y continuaron haciendo un extenso interrogatorio sobre todas las posibilidades de encuentros que pudiera haber tenido con Lander: cuándo habían hablado por última vez, si sabía cómo ponerse en contacto con él, etcétera. Ángel no entendía nada, pero empezaba a mosquearse mucho.
—Oiga, no entiendo nada de esto. Si no están aquí por el coche, no tengo nada que decirles, Lander es un tío al que conozco por mi trabajo en el comedor social, le pagué para que me acompañara a esa fiesta para darle celos a mi exnovio, y eso es todo, no lo he vuelto a ver y no sé nada de su vida.
—¿Qué comedor social?
—¿Por qué lo buscan?
—¿En qué comedor social lo conoció, señor Jiménez?
—Oiga, no voy a responderle, ¿vale? Están registrando mi casa y haciéndome todas estas preguntas sobre un tío al que apenas conozco. O me explica qué pasa o no le cuento más.
—A Lander Urzúa se le busca por su vinculación con la banda terrorista ETA —en cuanto el policía pronunció esas siglas el gesto de Ángel se transformó por completo—, así que si está protegiéndolo le sugiero que cambie de actitud, a Urzúa se le busca en relación al asesinato de un chico en San Sebastián, y es peligroso.
Le volvió a la mente enseguida la advertencia de Lander la primera noche que pasó en su casa: «¿Y si fuera un asesino?», había dicho que no lo era, claro que esa no es una verdad que se admite a un desconocido. Ángel no había esperado nada cercano a esto, esta información le venía grande. Lander estaba en alguna parte del edificio, colgado de una ventana, esperando que él no lo delatara. Había dicho que se lo explicaría todo después, ¿había una explicación posible a todo esto? Y tuvo la certeza, en ese instante preciso, de que ya estaba irremediablemente enamorado de Lander, porque a pesar del miedo que le encogía el estómago, supo que no iba a traicionarlo, que necesitaba confiar en que había otra explicación y que esto no era verdad.
—Señor Jiménez. —El agente llamó su atención—. ¿Sabe dónde podemos localizar a Urzúa?
No, Urzúa no, Lander, Urzúa podía ser un terrorista, pero no Lander.
—Lo siento, agente, me ha dejado usted de piedra. No, la verdad es que no tengo ni idea —dijo controlando el pánico lo mejor que podía—. El comedor de Argüelles, es allí donde lo conocí, trabajo como voluntario a veces. No va de forma regular, solo de vez en cuando.
—¿Hicieron… algo más después de esa fiesta? ¿Tuvieron relaciones?
—¿Qué? No. Nada de eso. Solo se me ocurrió poner celoso a mi ex, fue solo una tontería. Parece un buen chico, nunca hubiera imaginado…
—Las apariencias engañan. —Nadie lo sabía mejor que Ángel y aun así no podía traicionarlo sin escucharlo primero—. ¿Y dice que suele usar el nombre de Gómez?
—Sí, hay un listado en el comedor social, se hace un seguimiento de la gente que viene, y él siempre firma como Lander Gómez.
—Bien, esta información nos será muy útil. Si vuelve a encontrárselo o si vuelve a ponerse en contacto con usted, no le diga nada de esta conversación, solo llámenos a este número —el agente le dio una tarjeta— o mande un mensaje con su localización si cree que está en peligro.
¿En peligro? ¿Podía estar en peligro?
—Lo haré —contestó con un nudo en la garganta—, aunque, la verdad, después de lo que me ha contado espero no volver a encontrármelo.
Nada más cerrarles la puerta a los policías, Ángel entró en pánico, se tapó la boca a sí mismo como queriendo contener las ganas de empezar a gritar o arrepentirse de haber encubierto a Lander. ¿Podría ir a la cárcel por esto? ¿Se acababa de convertir en cómplice de un asesino? O aún peor, ¿sería Lander capaz de matarlo a él para que no lo delatara? Necesitaba saber cuanto antes qué narices estaba pasando. Pensó en enviar un mensaje al teléfono de Lander para avisarlo de que ya se habían ido, pero entonces se le ocurrió que podían tener su teléfono intervenido o algo por el estilo. Se preguntó si aún estaría a tiempo de llamar de vuelta a los policías, ¿es eso lo que debería hacer? Nunca había sido demasiado listo con las parejas, incluso Lander se lo había dicho. Estaba a punto de echarse a llorar cuando vio a Lander aparecer por la terraza. Entró en el salón y se miraron el uno al otro como si se vieran por primera vez.
—No era por el coche, ¿verdad? —dijo Lander. Ángel negó con la cabeza—. ¿Qué te han contado?
—Dicen que eres un terrorista.
El gesto de Lander cambió de la incertidumbre a la sorpresa.
—¿Qué? ¡No jodas! ¿Pero qué mierda les pasa?
—¿No eres un terrorista?
—¡Claro que no! ¡Joder!
Y al fin Ángel respiró aliviado, tal vez no había metido la pata.
—Bueno, no dijeron eso exactamente, dijeron que estás vinculado con ETA.
—Ah, vale. —Ahora Lander no parecía tan sorprendido.
—¿Estás vinculado con ETA? —gritó espantado.
—Vale, supongo que te mereces una explicación. —Lander se sentó en el respaldo del sillón que tenía detrás de él—. Mi abuelo está en la cárcel de Fresnes, en Francia, por poner un coche bomba frente a un cuartel de la Guardia Civil en Guipúzcoa. Murieron tres personas. Yo casi no lo conozco, ya estaba en la cárcel cuando nací. Mi padre intentó meterse en política, pero acabó pegándose un tiro porque los ertzainas no dejaban de tocarle los huevos, y el resto esperaba que hiciera algo más, no lo sé, supongo que no aguantó la presión, ese rollo, yo era muy pequeño, casi no recuerdo nada. Así que, sí, supongo que toda mi puta vida está vinculada con ETA. Pero yo no he hecho nada. Mi madre nos llevó a mí y a mi hermano a Donosti para alejarnos de todo eso, no tiene nada que ver conmigo, te lo juro. ¿Te contaron algo más?
—Sí, dijeron que te buscan en relación a un asesinato, un chico de San Sebastián.
—No es a mí a quien buscan, es a mi hermano. Conocía a ese chico, era amigo mío.
—¿Y tu hermano lo mató? ¿Por qué?
—Porque es un capullo y está mal de la cabeza. Le dio una paliza y lo tiró al río, y el chaval se ahogó. Fui yo quien avisó a la policía, pero los muy gilipollas no consiguieron pillarlo, mi hermano escapó, y lleva escondido en alguna parte desde entonces. Así que no puedo volver a casa, porque soy un traidor, y la policía me busca porque cree que puedo ayudarlos a encontrar a mi hermano, pero yo no sé dónde está, hace dos años que no sé nada de él.
—Pues sí, es complicado lo de tu familia. —Y una vez más Ángel consiguió sacarle una sonrisa, a pesar de lo tenso de la situación—. Entonces, en realidad no tienen nada en contra tuya, la policía quiero decir, ¿por qué no simplemente hablas con ellos?
—Porque al que de verdad le tengo miedo es a mi hermano. Si intentan que los ayude, mi hermano sabrá cómo encontrarme.
—¿Crees que te haría algo?
—Creo no, estoy seguro. Mi hermano Gorka quiere matarme, soy el único que sabe lo que pasó, soy su único testigo. Y él cree que lo traiciono porque, según él, mató a Ibar por mí. Ibar y yo nos habíamos peleado, y en su forma retorcida de entender el mundo, mi hermano me defendió. No entiende que yo no quería que le hiciera daño, conozco a su hermana y a toda su familia, es gente a la que aprecio, y ahora tampoco quieren saber nada de mí. Es una puta locura. —Y de golpe el gesto de Lander cambió—. Te han dicho que soy un terrorista y un asesino. ¿Y no me has delatado? Le has echado huevos, joder.
—Bueno, dijiste que me lo podías explicar. Quería escuchar la explicación.
—Estás muy colgado, en serio. Pero gracias, te debo una. —Y Ángel sonrió, más para sí mismo, porque sí, estaba muy colgado, ahora lo sabía, y a pesar de todo, no quería que Lander se marchara—. Siento haberte mezclado en toda esta mierda. Lo mejor es que me vaya. Pero necesito que compruebes algo antes, si no te importa.
—Claro. ¿Qué necesitas?
—Date una vuelta a la manzana a ver si ves algún coche o alguna furgoneta sospechosa.
—¿Crees que pueden estar vigilando?
—Es posible. Depende de cuánto sepan. Si creen que les has mentido, estarán vigilando.
Ángel bajó por el ascensor, salió a la calle y empezó a andar por los alrededores. No tardó en toparse con un coche en el que había dos hombres esperando, incluso le pareció reconocer a uno de ellos. No se acercó mucho, pasó cerca y siguió de largo hasta un quiosco que había en una esquina, compró unas revistas y volvió a su casa para informar a Lander.
—Al parecer doy asco como actor, porque hay dos policías vigilando en un coche una calle más abajo.
—¡Mierda!
—Me temo que no vas a poder irte, si sales te verán sin duda.
—No te alegres, capullo, esto no es bueno para ti.
—Al menos deberías quedarte mientras estén vigilando, puede que sea solo uno o dos días, no creo que yo sea tan interesante. Y si intentan entrar otra vez en casa no los dejaré si no tienen una orden, como en las películas.
—Me parece que no eres consciente del follón en el que te puedes meter, acabas de mentir a la policía.
—Mira, he pensado que en el fondo estás en este lío por mi culpa, porque si yo no te hubiera convencido para ir a esa fiesta, y no te hubiera contado la historia del coche, nada de esto habría pasado, así que en cierto modo es culpa mía que tengas problemas, por lo que debería al menos echarte una mano.
Lander pensó un momento en su argumento y al fin le habló.
—Vale, puede que tengas razón. Pero se acabó lo del sexo, ¿entendido?
—Me parece bien. Solo amigos.
Y sí, Ángel se alegraba, porque Lander tenía buenos motivos para marcharse, pero tal y como estaban las cosas no podía irse, y Ángel se moría por averiguar qué era lo que había asustado a Lander la mañana del día anterior. ¿Era una locura, acaso, que de todo lo que había ocurrido, lo que más le preocupara fuera lo que sentía Lander por él? A pesar de todo lo que sabía sobre él ahora, Lander seguía sin resultarle amenazador, se sentía a gusto y a salvo a su lado, lo cual parecía una reacción temeraria y poco inteligente. Toda esta información sobre abuelos y padres que ponían bombas le parecía absurda, como si se lo hubiera inventado alguien muy retorcido. La única conclusión que sacaba de todo esto era que Lander estaba solo, necesitaba ayuda y Ángel podía cuidar de él.
Nelson Vargas
Saludos, excelente libro. Me gustaría tenerlo en físico . Y cómo explican acá en Venezuela aún no se tiene. Tendré paciencia. Esperaré. Gracias
Ediciones el Antro
Hola, Nelson. Gracias por tu comentario; nos encanta saber que os gustan nuestros antritos. :) Actualmente todos los libros están en Amazon a nivel internacional, tanto en papel como en ebook. Pásate por allí si quieres, a ver si tienen envíos a Venezuela. Un saludo.