Dos días más tarde el sol brillaba fuera y Lander se reía de él mientras desayunaban.
—¿No tienes trabajo, pero tienes una asistenta? ¡Es muy fuerte!
—Mucha gente tiene asistenta, solo viene una vez por semana.
—Si tu casa siempre está limpia.
—Me alegra que te resulte tan divertido. —Pero Ángel no se reía.
—Tiene gracia, porque te vas por las tardes a limpiar la mierda de los gitanos, y luego viene una señora a limpiar tu casa.
—Es cosa de mi madre, ¿vale?
—¿Tu madre llama a la asistenta para que venga a limpiar tu piso? Y le paga también, claro…
—Mi madre es así, seguramente no concibe que alguien pueda vivir sin asistenta.
—¿Y cuándo vas a hacerte mayor y tomar tus propias decisiones?
Ángel sabía que su situación era bastante patética, pero pensó que aun así se estaba pasando. ¿Quién se creía él para juzgarlo?
—¿Sí? Ya veo que a ti te ha ido muy bien tomando tus propias decisiones. Seguro que tus padres están muy orgullosos de la vida que llevas. —Y Lander dejó de reírse al fin. Los dos se miraron durante unos tensos segundos.
—Solo estaba bromeando, ¿vale? —le contestó Lander, y acto seguido se levantó del taburete de la cocina y le dio la espalda para volver al dormitorio de invitados. Ángel lo siguió, y al entrar vio que empezaba a guardar sus cosas en su saco.
—Lo siento, Lander, de verdad. No tenía que haber dicho eso, lo siento, no sé nada de tu vida… —empezó a disculparse Ángel.
—Está bien, no te agobies.
—No tienes por qué irte, en serio, lo siento… —Lander terminó de meter su ropa en la bolsa verde, no era mucho lo que tenía que guardar de todas formas—. Al menos no te vayas así, no puedes irte así, cabreado conmigo… —Lander se dirigió en silencio hacia la puerta del dormitorio donde un Ángel suplicante seguía disculpándose y bloqueando el paso para impedir que se fuera—. No tendría que haber dicho eso, no es lo que siento, de verdad, es solo que… me ha dolido que te rieras de mí, sé que soy un tonto, quería herirte de vuelta, pero de verdad que yo… —Y entonces Lander le tapó la boca suavemente con los dedos de la mano, y con un «sssh» muy leve le indicó que dejara de hablar.
Lander lo miraba con tanta intensidad que a Ángel no le quedó más remedio que callarse, porque esa mirada había usurpado por completo su fuerza de voluntad. Entonces Lander empezó a acariciar sus labios con los dedos, suavemente, mientras lo observaba detenidamente; luego le metió el dedo pulgar en la boca, dejó que él lo envolviera con sus labios. Lander lo acariciaba entrando y saliendo sutilmente, sin dejar escapar sus ojos. Ángel lamía y besaba sus dedos, con el pene hinchado presionando sus vaqueros, el corazón golpeándole el pecho y su respiración desbordada. Solo tenía el contacto de sus dedos acariciándole los labios, entrando suavemente en su boca, y aun así era increíblemente sensual y erótico. Lander se acercó despacio, hasta su oreja, atrapándolo entre su cuerpo fornido y la puerta, y le susurró al oído rozándolo con los labios.
—Dime, ¿quieres que me quede o no? Y no me des una respuesta de veinte minutos, solo di «sí» o «no». —Y tras decirlo le dio un leve mordisco en la oreja que casi consigue que Ángel se corra.
—Sí —respondió con un hilo de voz.
Entonces la mano de Lander se desplazó desde su boca al cuello. Mientras seguía lamiendo su oreja apenas con la punta de la lengua, su mano siguió deslizándose por su cuerpo hasta alcanzar el borde de sus vaqueros. Mientras su lengua viajaba de su oreja a su cuello y a su clavícula, le fue desabrochando el pantalón y deslizó su mano dentro acariciando su pene duro con suavidad.
—¿Es esto lo que quieres?
—No —respondió Ángel completamente perdido.
—No mientas, no soy gilipollas.
—Para, por favor —le suplicó incapaz, sin embargo, de detenerlo.
—¿Quieres que pare? —volvió a susurrar, al tiempo que el movimiento de su mano se intensificaba. Ángel, a punto de estallar, no contestaba, Lander seguía mordiéndole el cuello ligeramente, acariciándolo sin dejarlo escapar—. Dímelo. ¿Quieres que pare? —volvió a preguntar.
—No —susurró Ángel, sin poder contenerse ya, estallando en un orgasmo prolongado, deseado, y al mismo tiempo doloroso.
—Vale, este es el trato —siguió diciendo Lander mientras sus manos se posaban sutilmente sobre las caderas de Ángel—. Si quieres que me quede, tú me das lo que yo quiero, y yo te doy lo que tú quieres, y si no estás de acuerdo, me iré.
—¿Por qué?
—Porque no quiero tu caridad, ¿entiendes?
—Vale.
Lander sonrió entonces.
—Y ahora voy a darme una ducha, y tú puedes ir a prepararme un café.
—Vale —repitió Ángel, sumiso, e intentó sonreír de vuelta.
Sabía lo que debía hacer, y no le importaba hacerlo, pero no pensaba dejar que el niño pijo tuviera el control. Lo cierto era que había resultado más fácil de lo que imaginaba tenerlo exactamente donde quería. Lo realmente difícil fue conseguir que el niño pijo cumpliera con su parte, pues desde aquella mañana que le había hecho una paja en el dormitorio, parecía evitarlo. Lander, por su parte, se había acomodado rápidamente a su nueva vida. Era consciente de que no podía quedarse mucho tiempo, solo se lo tomaba como unas pequeñas vacaciones de la mierda en la que se había quedado encajonada su vida.
Desde el piso del pijo tardaba solo veinte minutos hasta la casa de Naiara. Pasaba parte de la mañana y de la tarde vigilando la puerta de su casa, cada día a una hora diferente, desde una esquina diferente, aunque después de año y medio era difícil evitar caer en la repetición. Sabía que Gorka iría también a por ella, por eso la había seguido hasta Madrid, y allí se había quedado atascado. Creyó que sería una situación temporal, que en algún momento se resolvería de alguna forma, pero ya habían pasado casi dos años y nada había cambiado. Eran tantas las veces que pensaba en tirar la toalla, pasar de todo, irse lejos y empezar de nuevo en algún otro país, olvidarse de todo. Pero mientras Gorka siguiera sin aparecer no podía, lo sabía. Y se recordaba a sí mismo que si Gorka podía seguir escondido después de dos años, él también podía. Tenía que hacerlo, no había elección.
Tras la semana de tormentas, volvía a haber trabajo, el piso de Ángel era cómodo, y el cabrón cocinaba de puta madre. Su vida parecía acomodarse en algo semejante a una vida normal. No podía acostumbrarse a esto, se recordaba, sería muy fácil, y definitivamente sería un error. Así que necesitaba que el pijo cumpliera con su parte, era la única forma de evitar la tentación de quedarse más de lo aconsejable. Aunque ¿cuánto era lo aconsejable? No era como si tuviera un manual de normas al respecto, podía cagarla en un par de días, o podía pasarse meses sin que nada ocurriese, como había pasado hasta ahora. Su cabeza intentaba convencerse de que no corría ningún riesgo, porque estaba cansado de esperar a que pasara algo. Y precisamente ese era su punto débil, estaba harto de esto, y Gorka sería capaz de esperar hasta agotarlo, tenía esa forma militar y sistemática de pensar, ese afán por el sacrificio y ese gusto macabro por el castigo físico. Lander solo había deseado una vida, un trabajo, una casa, una pareja. Era el único de la pandilla que se había alegrado secretamente de que ya no hubiese una guerra que luchar, que todo hubiese acabado y simplemente pudieran ocuparse de ser gente corriente. No había nada corriente en su vida ahora, y había días que pensaba que no podría soportarlo más. Si solo se tratara de él ya habría tirado la toalla, pero Naiara estaba en medio de todo. Si le pasaba algo a ella, jamás se lo perdonaría. No podía abandonar.
Aquella noche cuando volvió a observar el gesto tímido de Ángel, se dio cuenta de que tendría que ser él quien tomara la iniciativa una vez más. Era tentador dejarlo estar una noche más, irse a dormir sin más, pero esto no podía seguir así.
—No estás cumpliendo tu parte del trato —le dijo—, ¿qué pasa?
—Ya lo sé…, es que… —empezó a titubear mientras volvía a marear cacharros en la cocina—. No sé muy bien cómo va esto, ¿sabes? No sé qué es lo que quieres.
—Se trata de lo que tú quieras. —Ángel no lo miraba—. Anda, ven aquí. —Y Ángel obedeció, se acercó a Lander, que estaba sentado en uno de los taburetes altos de la cocina, y este lo cogió de la cadera colocando el cuerpo de Ángel entre sus piernas, como en un abrazo—. Tú solo dime qué es lo que te gusta, y lo hacemos. —Ángel parecía algo más cómodo entre los brazos de Lander y, aunque seguía evitando su mirada, al menos se animó a posar sus manos sobre su pecho, acariciándolo tímidamente.
—¿Puedo preguntarte algo? —le dijo.
—Di.
—No eres gay, ¿verdad?
—No.
—¿Bi?
—Creo que no.
—Entonces…, ¿eres chapero?
—Tampoco.
—Pero dijiste que ya lo habías hecho antes…
—Sé que les gusto a los gais, a veces me piden sexo y yo les pido dinero. Seguramente ganaría más de chapero que descargando cajas, pero de momento me quedo con las cajas. Pero lo nuestro es otra cosa, si eso es lo que te preocupa.
—Es que, precisamente… ¿qué se supone que es lo nuestro?
—¿Por qué no dejas de darle vueltas y solo te dejas llevar? Ya nos ocuparemos de eso en otro momento. —Y al fin Ángel sonrió y se relajó un poco. Lander le besó el cuello, Ángel lo rodeó por la cintura, hizo amago de quitarle la sudadera y Lander, al igual que la primera noche, se desprendió rápidamente de su camiseta y su sudadera de un solo movimiento, quedándose con el torso desnudo.
Ángel pasó sus manos por los brazos de Lander, por su pecho, hasta sus abdominales marcados.
—¡Joder, estás tan bueno! —exclamó, empezó a besar su cuerpo, siguiendo el camino que ya habían recorrido sus manos, hasta agacharse frente a su entrepierna, y entonces Lander lo frenó.
—No, nada de eso, se supone que esto es para ti.
—Pero a mí me gustaría complacerte.
Lander bajó del taburete y cogió a Ángel de la mano.
—Anda, vamos —le dijo mientras tiraba de él hacia el dormitorio principal, y Ángel se dejó llevar.
Al entrar en el dormitorio de Ángel, se detuvo un momento entreteniéndose en inspeccionar el lugar. A diferencia del resto del piso, que tenía una decoración neutra y elegante, el dormitorio estaba lleno de color y pequeños detalles, lámparas exóticas, candelabros artesanales, adornos de cristal e incluso algunos muñequitos de La guerra de las galaxias. El contraste era tan evidente que tuvo que controlarse para no soltar una carcajada. Se sentaron al borde de la cama, Lander empezó a desnudarlo, le desabrochó la camisa, seguía besándole la cara, el cuello, el cuerpo, pero evitaba su boca.
—Dime qué te gusta —preguntó.
—No lo sé, lo que tú quieras. —Y Lander lo miró algo irritado.
—Pon algo de tu parte, ¿vale? ¿Eres pasivo o activo?
—Pasivo, supongo.
—¿Supones?
—Bueno, es lo que he hecho siempre.
—¿Y nunca lo has probado de otra forma?
—No.
—Deberías plantearte seriamente lo de hacerte mayor, ¿sabes?
Ángel sonrió.
—Seguramente tienes razón.
—Vale, esta vez te lo hago yo a ti, y la próxima vez, si quieres, probamos algo diferente.
—Lo que tú digas.
Era exasperante, pensó Lander.
—Bueno, dime que al menos tienes lubricante.
Y sí, por lo menos el niño pijo estaba bien surtido y preparado. Pero Lander se dio cuenta de que le iba a costar un poco más de lo esperado, porque la pasividad de Ángel lo dejaba completamente frío. Por suerte, tenía sus recursos. Le bastaba recordar aquella vez con Naiara, en aquella fiesta en casa de su amiga. Era verano, Naiara tenía la piel dorada por el sol, y esa falda que dejaba sus largas piernas completamente a la vista. Era la época en la que todavía podían preocuparse solo de ser adolescentes, atolondrados y ocupados en problemas superficiales. Bastaba ese momento imborrable de su memoria, Naiara con la falda arrugada por encima de su culo y las bragas enredadas entre sus muslos. Mientras introducía un dedo y luego dos por el ano de Ángel, pensaba en la forma en la que le había dado la vuelta a Naiara para metérsela desde atrás, lo increíble que era esa visión de su culo encerrado entre la falda y las bragas, mientras le agarraba las tetas bajo la blusa. Y ya estaba listo para follarse al niño pijo, y empezó a entrar y salir por completo, embistiendo su culo mientras le acariciaba la polla con la mano. Y aquel chaval debía estar muy necesitado, porque no tardó mucho en correrse en la mano de Lander, gimiendo y temblando de placer.
Lander se tumbó en la cama y Ángel se dejó caer a su lado. Se deshizo del condón antes de que Ángel pudiera verlo vacío.
—Desde luego, así te ha gustado.
—Es increíble hacer el amor contigo. —Y a Lander le molestó que no hubiese usado un término más vulgar para describir lo que acababan de hacer. ¿Por qué tenía que ser tan jodidamente sensible y frágil?—. No te has corrido, ¿verdad?
—Deja de torturarte. Se supone que esto es para ti, ¿recuerdas?
—Ya, pero…
—Pero nada. —Y los dos se quedaron en silencio un momento—. No tendrás un porro, ¿verdad?
—No, pero tengo un vino muy caro.
—Suena bien.
—¿Te apetece que veamos una película?
—¿Una película y un vino caro? Un plan genial.
Y de repente Ángel se animó, Lander se dio una ducha rápida mientras Ángel hacía los preparativos, y cuando volvió al salón, lo esperaba con el vino, aperitivos y una selección de películas de sus múltiples canales de pago. Dejó que Lander escogiera y se sentaron juntos en el sillón a disfrutar del resto de la velada como si fuese algo cotidiano.
Ángel se sentía atrapado entre dos malas opciones. No era esto lo que quería, y sin embargo no podía decirle que no. Si lo rechazaba se iría, ahora que lo conocía algo más no le gustaba la idea de mandarlo a la calle, no era asunto suyo, lo sabía, y aun así le parecía cruel. Había tenido amantes, sí, había echado un polvo por ahí después de una noche de juerga. No le gustaba porque su imaginación alimentaba cualquier pequeño gesto de atención disfrazándolo de romanticismo. Se había enamorado tantas veces en secreto y en la distancia, resistiéndose a aceptar la realidad hasta rozar la humillación… También había tenido algunos novios, no muchos, bueno, tres en concreto, solo con uno de ellos vivió durante ocho meses y cuando se marchó le destrozó el corazón. Ángel nunca perdía la esperanza, incluso cuando lo habían tratado con crueldad, su sentido de la fidelidad lo llevaba a hacer todo lo posible por salvar una relación; perdonaba una y otra vez, justificaba el desprecio hasta el absurdo, y era él quien siempre acababa magullado y herido. No era una buena estrategia, lo sabía, pero Ángel estaba enamorado del amor, y simplemente le ponía caras diferentes. ¿Era mucho pedir que alguien lo quisiera tal como era? Porque eso era todo lo que buscaba, lo que había esperado desde que apenas era poco más que un niño y era ya capaz de enfermar de amor. No necesitaba a todos los hombres del mundo, le bastaba uno solo que lo amara con la misma intensidad con la que él estaba dispuesto a amar.
Lander ofreciéndose para hacerle una mamada después de la cena no encajaba precisamente con su fantasía romántica del amor.
—Preferiría hacértela yo a ti.
Y Lander se quedó pensativo.
—Bueno, vale, supongo. Si eso es lo que quieres…
Pero no así, pensó Ángel, no con Lander evitando su mirada, evitando su boca porque no quería que fuera algo personal, y Ángel necesitaba que fuera algo personal.
—Pero no si tú no quieres.
—Está bien, no me importa, lo que tú quieras. —Ángel estaba demasiado cohibido y Lander se daba cuenta—. Joder, lo siento, lo estoy haciendo mal, ¿verdad?
—No es culpa tuya, en serio. Me gustas, me gustas muchísimo, eres increíble, de verdad…
—Pero…
—Lo que pasa es que… —y Ángel empezó a improvisar alguna explicación coherente, aunque no falta de verdad— … estuve viviendo con alguien y me dejó hace unos tres meses, y la verdad es que creo que aún no lo he superado. Quiero hacer esto, de verdad, no quiero que te vayas. Me encanta que estés aquí, en serio, y en cierto modo me viene bien, ¿sabes?, para pasar página y eso… Es solo que puede que necesite ir más despacio. ¿No te importa?
—Claro, como quieras. —Y Lander no insistió más.
Alejandro
Esa Angel tan enamorado de Lander que se siente tan bien y el miedo de quedar solo y Lander que tiene otros propósitos
Angel está sufriendo
Ediciones el Antro
La relación de Ángel y Lander es complicada por los sentimientos y circunstancias personales de ambos, pero si no hubiese conflicto no habría historia. Ya nos contarás qué te parece más adelante. ;)
Nakigahara
Qué difícil la situación de Angel. Si tan sólo Lander fuera un poco más empatico con él.
¡Me encanta como se va desarrollando la historia! Nuevos personajes salen a la luz :)
admin
Landes es como es… y lo queremos por eso. xP
Y Ángel parece hacer honor a su nombre, ¿verdad?
Emilio
Pobre Ángel se está enamorando de alguien que ni siquiera cree ser bisexual.Esperemos que el autor/a tenga algo de compasión y le dé una vuelta de tuerca a la historia.
admin
Qué aburrido sería todo si no sucedieran cosas inesperadas, ¿no? ;D